Ana Saltó.
Y el mundo olió a
ROJO.
domingo, 24 de junio de 2012
miércoles, 2 de mayo de 2012
Epifanía
Ese ineludible aunque efímero momento en que uno comprende
todo. Las ideas cuadran en un marco donde todo se ordena, lógicamente perfecto,
y uno ve las cosas con una perspectiva distinta. De una manera en donde todas
las piezas encajan, como si el universo se tratara meramente de un rompecabezas
que uno tiene que armar. Las ideas son simples, pero su gran número hace que
perdamos de vista el horizonte. En ese momento, uno lo sabe todo. Ese momento
fugaz, en que un mundo nace en nuestra cabeza, y cada habitante del mismo
levanta su tez para mostrarse, ese instante en que abren sus almas a uno. Ese
instante que se desvanece rápidamente, inexorablemente, y que uno trata de
recuperar a toda costa, sin éxito alguno. La iluminación desaparece, y la desazón
entra en la mente de uno para adueñarse de todo, sabiendo que por un breve
instante, todo era perfecto y tenía sentido, sabiendo que uno puede hallar una
idea perfecta, sabiendo que esa idea se perdió para siempre. Esas ideas, utopías,
mundos perfectos, en los que cada habitante, cada lugar y cada momento tienen
una esencia propia, desaparecen para uno, se hacen bruma, que uno trata de
retener con sus dedos pero se da cuenta que es imposible. Entonces es cuando uno
inhala, tratando de apropiarse de cuanta niebla sea posible. Estas ideas
incompletas, una vez plasmadas, le parecen pobres a uno, un reflejo en un
mugroso charco de lo que hace tan solo un momento era algo tan real como la
vida misma. Uno se llena de ira, de angustia, de infinidad de distintas
emociones, añorando ese mundo que una vez ido, jamás dejará que uno retorne
sino a un desvaído reflejo de él, donde la alegría y dicha se trocan en cinismo
y añoranza. Esos mundos, a los que uno añora volver, son los que quitan el sueño
por las noches. Y uno eternamente los ama.
martes, 11 de octubre de 2011
lunes, 10 de octubre de 2011
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